lunes, 27 de octubre de 2008

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Para que el tiempo rinda, para exprimir cada segundo, hay que dejar en el camino tiras de carne propia. El reloj tiene uñas con las que ocasionalmente nos deja marcas, si es que estamos dispuestos a aprovechar la totalidad del tiempo. Si no, cómo se explicaría que cuando se padece de cualquier cosa, el tiempo pareciese estar en la banquina esperándonos para seguir, y cuando se ha disfrutado una hora entera es como si se hubiera ido volando...

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