miércoles, 8 de diciembre de 2010

423

Además de la obvia razón del escepticismo congénito regado con 2000 años de historia que traemos en la sangre, si algún Cristo reapareciera, o apareciera por primera vez -ya que ninguna persona podría asegurar con una dosis mínima de honestidad intelectual que tal personaje haya existido-, nadie se daría cuenta de quién se trata porque, básicamente, nada se sabe de cómo lucía él, más allá de una serie de rasgos genéricos que podrían atribuirse con más racismo que rigurosidad a las personas que vivieron en la zona en la que cuentan que vivió. La divergencia entre las imágenes deja pie, de nuevo, al escepticismo: para cada elemento de la multiplicidad que compone el conjunto de representaciones hay un argumento de igual peso para suponer lo contrario y bienvenida la suspensión del juicio, vuelta a la nada (entendámonos, a una nada fértil, rica en potencialidades).
Es decir, esta mitología de la antigüedad bien podría ser asumida como tal y dejarnos de tanta vuelta al mundo en ochenta papamóviles y ahorrarle al planeta la cuota de calor que recibe de parte de incensarios y velas. Agreguemos como dato favorable a nuestra época que tenemos una buena cantidad de psicólogos y psiquiatras dispuestos a ofrecer ayuda profesional a quienes se autoflagelan o a interesados en recibir el filo metálico de una lanza en el costillar.
Por suerte, el déficit de imaginación que me acompaña no me permite imaginar cuánto revuelo se produciría si hoy se manifestara John Lennon reencarnado. Eso sí que superaría la cúspide de la adulación y la insoportabilidad conocidas, y tal vez el máximo alcanzable, ya que cada vez les cuesta más a los ídolos consolidarse pasados los quince minutos.
Así como no reniego de que pensemos en conciencia-en-el-mundo de la fenomenología, o, como mínimo, un hilemorfismo aristotélico que no se lleve a otro sitio lo relevante de éste sino que lo festejo, no me aflijo porque un inglés haya muerto, sino que encuentro en el post rock perspectivas enormemente más enriquecedoras y abiertas que la musiquita pegajosa con peace y copy-paste del corte de pelo, la ropita y los anteojos cruzando una senda peatonal que en cualquier momento me va a producir arcadas.
Los festejos por aniversarios de las muertes o los nacimientos de muertos son algo que me parece más ridículo aún que los cumpleaños.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchos saludos, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!

franco dijo...

Muchas gracias por tu lectura. Yo también espero seguir actualizando, o al menos pensando y escribiendo.
Vuelva cuando guste, sus comentarios positivos o negativos son bien recibidos.