sábado, 12 de febrero de 2011

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El viejo plan de la supresión del deseo tanto en versión oriental como occidental difícilmente encuentra seguidores en la actualidad, y me alegra suponer que con el paso del tiempo no va a quedar ninguno. Prefiero como meta ético-política un refinamiento progresivo de los deseos y su correspondiente satisfacción. ¿Será posible en ese contexto la imperturbabilidad? Muy probablemente no, pero no importa. Nada importa.

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