El amor, sus dolores. Vivo el sufrimiento por amor como algo fatal. En mi cabeza y en los sentimientos, la posibilidad de que el amor se aleje, así sea por un instante, aparece como algo insuperable, una angustia monárquica, totalitaria, asesina, un dolor que no puede ser pisoteado por otro dolor.
Entonces me sirvo un vaso de ron helado y al tomarlo me hace arder la garganta. Prueba irrefutablemente que algo más de dolor puede tolerarse, que a la cima anterior de los padecimientos aún se la puede sobrepasar, que quedan tristezas por conocer. Una confirmación necesaria de que todavía se puede estar peor, quizás, como mecanismo para garantizar la subsistencia. Un aviso: todavía tu camino puede malograrse aún más, tu saber es insuficiente para justificar tu propia extinción...
1 comentario:
Qué buena reflexión. Y que ciorana, de algún modo.
Pasé a mirarte mientras no te dabas cuenta. Besos.
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