viernes, 29 de octubre de 2010

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Llega un momento en que Cioran pareciera ponerse frívolo. Para acompañarlo, diría que siento que hace un show de su Bailando por una pesadilla, y que garabatea la misma descomposición nihilista, y como buen nihilista, nihilizante, por pura mecánica de haberse acostumbrado ya a hacerlo y "bueno, me paso una siesta tirando aforismos, ya que estoy". De repente se me antoja leerlo mejor, darle otra oportunidad para desplegarse en desarrollos más finos, y me encuentro con un intercambio de cartas entre él y Mauriac en el que mi -renovadamente- querido Cioran dice
El escéptico no posee ninguna ventaja sobre el creyente: el primero soporta la carga de sus perplejidades, el segundo la de sus certezas. Estemos donde estemos, nos exponemos al vértigo, tropezamos con lo Insostenible.
Entones recuerdo por qué muchas veces lo siento hermano. ¿Por qué citar esto y no algún pasaje de La caída en el tiempo? Porque volvió a mi memoria esta carta hoy en ocasión de escuchar una persona que decía ser atea, pero que prefería mandar a sus hijos a un colegio cristiano debido a que "ser ateo es horroroso". En consonancia con eso, aunque sin que uniera por sí misma sus ideas, agregó que la filosofía para niños podría ser muy peligrosa al introducirlos en reflexiones sobre la muerte que "lo perturbarían toda la vida". Claro, no es casual entonces su preocupación salvífica. Que no nos asombre sumarla a la lista de conversos en la última hora...

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