jueves, 9 de abril de 2009

136 - Saludo a Caravaggio

Me pregunto cómo hace alguien para no sorprenderse ante la crudeza de Caravaggio, alguien que fue capaz de autorretratarse como el Goliat muerto al que David conserva de trofeo. ¿Cómo salir ileso de la experiencia del contacto con este artista? Lejos de la confección de un busto de alguien, resaltando las cualidades prodigiosas de su torso, y a imaginarse el resto de manera tan armoniosa y perfecta el que quiera, éste personaje hace la efigie de sí mismo como una cabeza a la que el cuerpo no se le mantuvo conectado. Una pseudo divinidad sostiene del pelo su boca abierta y -siempre vigente, aún pasada la muerte- su dolor va cayendo y estrellándose contra el marco inferior del cuadro, entre medio de un juego de sombras en el que alcanzó una maestría difícilmente superable.

¿Y acá? Aún dejando de lado la afinidad que una persona sienta o deje de sentir ya sea por el Cristo bíblico como por el aparentemente histórico, o por la idea misma de que sea concebible un Cristo, la foto que él nos muestra del universo humano, esa extracción intencionada de realidad, expone a las personas como seres despreciables, lejos de coincidir con los cánones de belleza y con agujeros a la vista en sus ropas, que, no estando conformes con la noticia de que alguien fue torturado hasta la muerte, se disponen a hurgar en la que fuera la causa mortal de ese Otro, alcanzando un nivel de atrocidad tal como para meterle un dedo en la perforación del cuerpo, como calculando si realmente era para tanto la cosa. Nótese el parecido entre la forma de la mano de la que sale la falange-excavadora y la mano de Dios en el cuadro La creación, de otro Miguel Ángel.
¿Para qué saber más de Caravaggio? ¿Los estremecimientos de qué persona no se conforman con éstas dos obras para salir a la luz y condensarse en una nube dramática?

3 comentarios:

Juan Rizzo dijo...

Alguien decía (no recuerdo bien quién era) que este tipo (Caravaggio)era subversivo porque pintaba la materialidad. Una cabeza bien material colgando muerta, un dedo bien material entrando en una herida no menos concreta. Y todo eso por medio de imágenes. ¿Qué más se puede pedir? Es ese módico lujo de los artistas: esa abismal sinceridad duele a pesar (y a través) de toda la eternidad.

Egolastra dijo...

En época de recogimiento y congoja, volvamos a sentir el escalofrío que provoca uno de los más desgarradores artistas religiosos ;)

Lo cierto es que las figuras y escenas religiosas parecen más reales, parecen creibles, encarnadas por personajes vulgares e imperfectos, si toman como modelos a gente de la calle y del más bajo nivel social.

Porque la imperfección y la brutalidad es intrínseca a la naturaleza humana y divina. Y la religión y la espiritualidad nace en los hombres y muere con ellos... a golpe de pincel o de cuchillo.

franco dijo...

Así que coincidimos...