Me saca de quicio escuchar a Maquiavelo diciendo lo que no dijo. Porque, sin ir más lejos, ¿qué tendría que ver el actuar amoral de un mandatario, por un lado, con un análisis histórico en busca de causas para las consecuencias visibles, por el otro? Nada. Si la cosa fuera tan fácil como tener un medio justificado por un fin, ya está. Se hace, y listo. Todos contentos, el rey más.
Lo que viene a mostrarnos el viejo Nicolás es que quienes no reflexionaron sobre sus medios fueron golpeados seriamente por la historia. Si me obligaran a parafrasear El príncipe en un renglón, relacionándolo con la afirmación pop de los pseudo politólogos, diría algo como "El fin justifica los medios, siempre y cuando se esté dispuesto a que tus súbditos, tus enemigos, o las dos cosas juntas te destruyan por completo".
Que hay un porcentaje de permisividad psicológica de determinados medios por parte de la gente, es indudable, y él lo toca más firmemente, a mi entender, cuando resalta que la gente se vuelve más fácilmente en contra de quien se hace amar que contra quien se hace temer. Pero no por eso -ni por los demás aspectos sobre los que hace su exposición- queda todo tipo de consideración ética excluída a la hora de obrar.
Maquiavelo se va a la cima de las ideas, por su sagacidad. Los que lo disfrazan, a la transitoria ocupación del trono de la moda, por ridículos.
jueves, 23 de abril de 2009
sábado, 18 de abril de 2009
137
No creo en la magia. Es mágico quedarme mirando cómo me sangra la nariz cuando me estoy duchando, cómo me caen las gotas sobre el pecho y se van mezclando con el agua, cómo desaparecen por la cloaca.
jueves, 9 de abril de 2009
136 - Saludo a Caravaggio
Me pregunto cómo hace alguien para no sorprenderse ante la crudeza de Caravaggio, alguien que fue capaz de autorretratarse como el Goliat muerto al que David conserva de trofeo. ¿Cómo salir ileso de la experiencia del contacto con este artista? Lejos de la confección de un busto de alguien, resaltando las cualidades prodigiosas de su torso, y a imaginarse el resto de manera tan armoniosa y perfecta el que quiera, éste personaje hace la efigie de sí mismo como una cabeza a la que el cuerpo no se le mantuvo conectado. Una pseudo divinidad sostiene del pelo su boca abierta y -siempre vigente, aún pasada la muerte- su dolor va cayendo y estrellándose contra el marco inferior del cuadro, entre medio de un juego de sombras en el que alcanzó una maestría difícilmente superable.
¿Y acá? Aún dejando de lado la afinidad que una persona sienta o deje de sentir ya sea por el Cristo bíblico como por el aparentemente histórico, o por la idea misma de que sea concebible un Cristo, la foto que él nos muestra del universo humano, esa extracción intencionada de realidad, expone a las personas como seres despreciables, lejos de coincidir con los cánones de belleza y con agujeros a la vista en sus ropas, que, no estando conformes con la noticia de que alguien fue torturado hasta la muerte, se disponen a hurgar en la que fuera la causa mortal de ese Otro, alcanzando un nivel de atrocidad tal como para meterle un dedo en la perforación del cuerpo, como calculando si realmente era para tanto la cosa. Nótese el parecido entre la forma de la mano de la que sale la falange-excavadora y la mano de Dios en el cuadro La creación, de otro Miguel Ángel.
¿Para qué saber más de Caravaggio? ¿Los estremecimientos de qué persona no se conforman con éstas dos obras para salir a la luz y condensarse en una nube dramática?
¿Y acá? Aún dejando de lado la afinidad que una persona sienta o deje de sentir ya sea por el Cristo bíblico como por el aparentemente histórico, o por la idea misma de que sea concebible un Cristo, la foto que él nos muestra del universo humano, esa extracción intencionada de realidad, expone a las personas como seres despreciables, lejos de coincidir con los cánones de belleza y con agujeros a la vista en sus ropas, que, no estando conformes con la noticia de que alguien fue torturado hasta la muerte, se disponen a hurgar en la que fuera la causa mortal de ese Otro, alcanzando un nivel de atrocidad tal como para meterle un dedo en la perforación del cuerpo, como calculando si realmente era para tanto la cosa. Nótese el parecido entre la forma de la mano de la que sale la falange-excavadora y la mano de Dios en el cuadro La creación, de otro Miguel Ángel.
¿Para qué saber más de Caravaggio? ¿Los estremecimientos de qué persona no se conforman con éstas dos obras para salir a la luz y condensarse en una nube dramática?
lunes, 6 de abril de 2009
135
Hobbie de la desesperación resignada: buscar, sabiendo que no existe, una categoría imposible que permita conceptualizar las diferencias invisibles entre la vida que puede repugnar y la muerte que nunca deja de tentar.
sábado, 4 de abril de 2009
134
...justo después de ver Persona, y de un tirón.
¿Por qué ser otro en las fotos? Una foto te multiplica, pero por fuera, te separa, mutila de vos una potencial combinación de posturas, e incluso de conductas que podrían tranquilamente haber quedado en tu imaginación o en un relato. Es una imagen con pretenciones de eternización, de no modificación en el tiempo (hablo de la fotografía tal y como fue concebida inicialmente, allende las modificaciones digitales, collages, etc.). Un texto es, en la mayoría de los casos, y a diferencia de una foto, un borrador. Algo a modificar por toda la vida sin que termine de satisfacerte definitivamente jamás. Como la imposibilidad de comprobación de la inmortalidad: como mucho, alguien puede "haber sido inmortal hasta entonces", y, de repente, morir, anular toda la trayectoria. La foto es una ruptura con el fluir incesante. Es darle a alguien la posibilidad de pensarte lejos de tu devenir. Regalarle a alguien la posibilidad cierta de analizarte sin que puedas objetar a sus comentarios que el paso del tiempo ya ha roto ese tu yo pasado, te inhabilita a decir que más allá de la contemplación de tu persona, lo demás es una suerte de mini paleontología. ¿Por qué no me gustan las fotos? Tal vez por exceso de instinto de conservación. No quiero que nada mío se vaya por ahí separado de todo lo demás mío. No me interesa que la presión ejercida sobre un botón determinado se lleve algo que podría haberme dejado. Esa clase de solidaridad no me atrae.
miércoles, 1 de abril de 2009
133
Es increíble la relevancia que pareciera podérsele atribuir al famoso diagnóstico nietzscheano. Me explico: para mí, Dios nunca hizo nada, o, como mínimo, nada bueno. ¿Por qué, entonces, nos resulta tan relevante que esté vivo, como vinieron mintiendo desde hace una par de milenios, o muerto, como concluyó un alemán hace un puñado de años?
A primera vista, es un grandioso enigma que podría sentarse a caminar, como dijera Vallejo, al lado de tantas viejas preguntas. Por otro lado, me parece extremadamente más satisfactorio pensar que algo que nunca existió murió -en fin, la nada muerta es casi doblemente nada, y tiene la misma irrelevancia que siempre debió haber tenido-, que pensar que convivo con algo que nunca existió -lo que implica cierto cáncer intersináptico.
A primera vista, es un grandioso enigma que podría sentarse a caminar, como dijera Vallejo, al lado de tantas viejas preguntas. Por otro lado, me parece extremadamente más satisfactorio pensar que algo que nunca existió murió -en fin, la nada muerta es casi doblemente nada, y tiene la misma irrelevancia que siempre debió haber tenido-, que pensar que convivo con algo que nunca existió -lo que implica cierto cáncer intersináptico.
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