lunes, 21 de noviembre de 2011

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No hay maniobra más artera de los teólogos que aquella en la que unifican esencia y existencia. Esa división entre seres necesarios y seres contingentes no es menos inmoral que el pase de manos a través del cual un truhán hace desaparecer la piedra debajo de la tacita que habíamos descubierto que escondía el objeto preciado.

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