Someter un texto a la obligación de decir algo puntual puede volverse una confirmación de estupidez de parte del lector. Es como mirar una pintura con el prejuicio de "si no veo el color rojo, no me gusta". Los colores se mezclan, se usan en pequeñas cantidades para obtener tonos nuevos. No siempre se percibe claramente dónde está cada cosa.
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