Emil Cioran nos dice "la música, sistema de adioses, evoca una física cuyo punto de partida no serían los átomos sino las lágrimas".
Bajo ese precepto, se podría pensar tranquilamente un trabajo racional orientado a construir un hiroshima acústico y tirarlo adentro de una persona para que explote muriéndose cien mil veces. Se podría pensar. Se podría sentir eso.
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