La angustia agarra fuerte de la corbata a la subjetividad y la estrella contra una pared vieja, ensuciándole la camisa blanca de seda. Mirándola a los ojos como quien pudiera verse morir le dice:
-A ver, ¿todavía querés ser único? ¿No te parece que ahora te encantaría que otros estuvieran exactamente tan angustiado como vos?
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Y ajustándose la corbata, respondió:
- Quien quiera mi angustia que se la gane cómo me la he ganado yo.
Además la angustia no sienta tan mal, es como un traje a medida hecho de sudor y lágrimas.
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