lunes, 22 de marzo de 2010

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Me parece que era demasiado joven al momento de hacerme a la idea de que la muerte era inherente a la vida y que tener siempre presente ésto era un manantial de sosiego. Me perdí muchas oportunidades de retorcerme en el piso.

3 comentarios:

Valentin Ibarra - (acertijo) dijo...

Y si, es la inexacta armonía de articular lo cotidiano con el allá (mas o menos cercano).

Lo que pasa es que cuando no se es “ni tan joven, ni tan viejo” (valga el robo fraseológico), siempre el ahora tiene ese sabor a poco y el mañana se nos presenta desbocado.
Pero, quizá con el correr de los años, al pasado podamos vivirlo con cierta perspectiva sin tufo a naftalina, ni amarillentos recuerdos de tiempos que no ya no volverán.

De un momento a otro, la cruda finitud nos lleva a filosofar a otras tabernas… o no, tal vez polvo seremos (y hablando de polvos, esa es una buena forma de eternidad efímera)

Saludos (entre el olvido del ser y la noción de tiempo – de Agustín -)

franco dijo...

De acuerdo.

Creo que cuando escribí sobre ese estar a destiempo fue cuando me sentí un poquito a destiempo, así como ni tan joven ni tan viejo.
Ya se me pasó. Ahora ando con la paz de Golevka. Discazo. Bajalo única y exclusivamente si tenés el original, o borralo a los diez minutos si es para evaluarlo. ¿Trato hecho?

desolacion dijo...

superar en silencio todas esas cosas
y sentir el olor al calor
y al aliento